Me recuerdo llorando por él. Sentada en una banca cerca de mi liceo. Patética. Ni siquiera la lluvia era capaz de despegarme de aquel asiento frío. Podía sentir la humedad en la punta de la nariz, y el agua en mis pies. Aún así, no quería estar en casa, prefería quedarme ahí, agarrando una gripe, antes de estar en casa tomando un café bien cargado y viendo películas. Pensando en él. No tenía cigarrillos para fumar, no tenía un gorro para que mi pelo no se mojara. Pero estaba ahí, congelandome la piel, soportando el frío como una tortura para mis huesos, usando las pocas calorías que tenía en el cuerpo. Esperando a que algo pasara, y me borrara para siempre.